Taiba estaba siendo perseguida por los hombres que hab?a puesto tras las rejas.

Las amenazas de muerte, dijo, se produjeron mientras los estadounidenses se retiraban de Afganist?n y los talibanes marchaban por todo su pa?s. En medio del caos, las puertas de las celdas se abrieron de par en par, liberando a los violadores y abusadores que ella hab?a ayudado a encarcelar.

“Te vamos a encontrar”, amenazaron los que la llamaban. “Te vamos a matar”.

Toda la vida de Taiba hab?a estado moldeada por la visi?n estadounidense de un Afganist?n democr?tico: hab?a estudiado derecho, trabaj? con los estadounidenses para combatir la violencia contra las mujeres y con el tiempo se convirti? en una alta funcionaria gubernamental enfocada en los derechos de las mujeres, cargo en el que recopilaba testimonios para encarcelar a los abusadores.

Pero, tras salvarle la vida a muchas mujeres, ahora trataba de salvar la suya.

Ella y su esposo, Ali, solicitaron ayuda a media decena de pa?ses –ya hab?an trabajado con muchos de ellos– y encontraron un programa estadounidense de refugiados al que podr?an acogerse. Taiba envi? su informaci?n, afirm?, pero nunca recibi? respuesta.

“Nos abandonaron”, dijo Taiba refiri?ndose a los estadounidenses. “A veces creo que quiz? Dios ha abandonado a todos los afganos”.

Durante meses, Taiba trat? de llegar a Estados Unidos de cualquier manera posible, incluso a pie. Huy? con su esposo y su hijo de 2 a?os a Pakist?n, luego se trasladaron a Am?rica del Sur uni?ndose a la enorme y desesperada movilizaci?n humana que avanza hacia el norte, a Estados Unidos.

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Ali, Taiba y su hijo caminan por la selva de Panam?. “Nunca quise dejar mi pa?s”, dijo Taiba.

Al igual que miles de afganos que han tomado esta misma ruta inconcebible para escapar de los talibanes y del colapso econ?mico de su pa?s en los ?ltimos 17 meses, atravesaron con esfuerzo la selva, durmieron en los bosques en medio de hormigas coloradas y serpientes, escondieron dinero dentro de su comida para enga?ar a los ladrones y cruzaron ese pedazo de tierra que conecta Norteam?rica y Sudam?rica, el traicionero Tap?n del Dari?n .

Ahora, luego de m?s de 25.000 kil?metros, Taiba y su familia finalmente llegaron a la frontera estadounidense.

En la oscuridad, Taiba se arrastr? por un t?nel de drenaje ubicado debajo de una carretera. Cuando sali?, vio dos enormes vallas de acero: las ?ltimas barreras entre su antigua vida y lo que esperaba que fuera una nueva oportunidad. Un contrabandista tir? una escalera por encima del primer muro.

Taiba se agarr? a los pelda?os y comenz? a escalar hacia el pa?s que la ayud? a definirse. Sab?a que los estadounidenses estaban rechazando a los solicitantes de asilo. Un solo pensamiento la consum?a.

Cuando lograra ingresar, ?la dejar?an quedarse?

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Taiba y su familia cruzaron en un lugar donde dos muros dividen a M?xico y Estados Unidos

‘El fracaso se est? dando en este instante’

Padres desesperados atravesaron las puertas del aeropuerto con maletas y ni?os en la mano. Multitudes aterrorizadas se subieron a las alas de los aviones e incluso se aferraron a los costados de las aeronaves estadounidenses que part?an. Algunos trataron de aguantar, perdieron el control y cayeron al vac?o.

Era agosto de 2021 y los talibanes hab?an irrumpido en Kabul al mismo tiempo que las tropas estadounidenses se retiraban, poniendo fin a una ocupaci?n de 20 a?os que dej? a Afganist?n en manos de los mismos militantes que Washington hab?a derrocado.

Las im?genes parec?an una tr?gica coda de la guerra m?s larga de Estados Unidos. Pero para innumerables afganos, los d?as fren?ticos de la retirada estadounidense solo fueron el comienzo de una larga y angustiosa b?squeda de seguridad.

El nuevo gobierno talib?n hizo retroceder d?cadas de libertades civiles, en particular para las mujeres. Los afganos que hab?an apoyado a Occidente estaban aterrorizados de ser perseguidos, y una econom?a en picada llev? a millones al borde de la inanici?n. Muchos afganos huyeron a Pakist?n, Ir?n y Turqu?a, donde a menudo solo consegu?an visas de corto plazo o peor: palizas, detenciones y deportaciones.

Miles intentaron ir a Europa, subiendo a camiones de carga o cruzando el Mediterr?neo en embarcaciones fr?giles. Seg?n Naciones Unidas, al menos 1250 migrantes afganos han fallecido intentando conseguir refugio desde la retirada estadounidense.

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Exterior del aeropuerto de Kabul durante la evacuaci?n estadounidense en 2021Credit…Victor J. Blue para The New York Times

Algunos fijaron sus miradas a?n m?s lejos: Estados Unidos.

Desde principios de 2022, m?s de 3600 afganos han recorrido la misma ruta tortuosa que emprendi? Taiba, seg?n los recuentos oficiales en Panam?, donde se localiza uno de los tramos m?s peligrosos del viaje. Muchos llevaban a?os colaborando con gobiernos occidentales: abogados, defensores de derechos humanos, miembros del gobierno afgano o de las fuerzas de seguridad. Alistaron a sus hijos, padres o familias enteras, vendieron sus apartamentos y pidieron prestadas enormes sumas para pagar el pasaje, convencidos de que no les quedaba nada en casa.

Sus traves?as representan el choque de dos de las crisis pol?ticas m?s importantes del presidente Joe Biden: la precipitada retirada estadounidense de Afganist?n y el n?mero r?cord de migrantes que cruzan la frontera de Estados Unidos.

En la actualidad, las consecuencias de una guerra distante que muchos estadounidenses pensaron que hab?a terminado est?n llegando a la puerta del presidente: hombres, mujeres y ni?os afganos escalan los muros fronterizos en plena oscuridad de la noche, desesperados por unirse a un pa?s que sienten que los abandon?.

La retirada de Afganist?n no solo fue un fracaso “en retrospectiva”, dijo Francis Hoang, un excapit?n del ej?rcito estadounidense que dirige una organizaci?n para ayudar a los afganos a migrar llamada Allied Airlift 21.

“El fracaso se est? dando en este instante”, dijo.

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Angiza, al frente a la izquierda de azul, viaj? con su familia desde Afganist?n, 17 personas en total.

Los afganos recorren cerca de una decena de pa?ses durante meses o m?s. Casi todos son v?ctimas de robos o extorsi?n; algunos son secuestrados o encarcelados. Otros son la recompensa de peleas entre contrabandistas rivales o son enviados de regreso a pa?ses por los que ya pasaron. Padres e hijos son separados por las autoridades. Durante el viaje, han nacido beb?s.

El Times viaj? con un grupo de 54 afganos durante una de las partes m?s dif?ciles del recorrido, el tristemente c?lebre Tap?n del Dari?n, y entrevist? a casi 100 personas que hac?an el viaje. Muchos hablaban ingl?s, hab?an vinculado sus vidas con la misi?n occidental en Afganist?n y esperaban que, como aliados de Estados Unidos, ser?an recibidos con los brazos abiertos.

La mayor?a parti? hacia la frontera de Estados Unidos tras llegar por avi?n a Brasil, pa?s que ofrece visas humanitarias para los afganos. A partir de ah?, las tarifas de los traficantes se incrementaban con rapidez: por lo general pueden llegar a costar hasta 10.000 d?lares por persona o m?s, afianzando en los afganos la convicci?n de que ten?an que llegar a Estados Unidos, donde podr?an ganar suficiente dinero para salir de la deuda y ayudar a los familiares que se quedaron en Afganist?n.

Una ruta de escape

La mayor?a de los migrantes procedentes de Afganist?n emprenden el camino a la frontera estadounidense tras volar a Brasil. Esta es una de las muchas rutas que han tomado los afganos en su viaje, que serpentea por una decena de pa?ses y dura meses o m?s.



Estados Unidos

Afganist?n

Tijuana

Pakist?n

Catar

Ciudad de

M?xico

Tap?n del Dari?n

nicaragua

PANAM?

colombia

PER?

BRASIL

S?o Paulo



Estados Unidos

Afganist?n

Tijuana

Pakist?n

Catar

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M?xico

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Afganist?n

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Tap?n del Dari?n

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panam?

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BRASIL

S?o Paulo

Por The New York Times

Niazi, de 41 a?os, viaj? con su esposa y tres hijos, todos con gorras de b?isbol de Nueva York. Niazi cont? que trabaj? en el servicio de protecci?n del presidente afgano y mostr? fotos suyas protegiendo a la primera dama estadounidense Laura Bush y al presidente Barack Obama.

Luego reprodujo un video de vigilancia en el que se ve?a a un grupo de personas a las que identific? como talibanes, golpeando a sus hermanos mientras lo buscaban. Niazi dijo que solicit? una visa estadounidense especial, pero como hab?a trabajado para el gobierno afgano y no directamente para los estadounidenses, no cumpl?a los requisitos.

Ali y Nazanin, par de m?dicos veintea?eros reci?n casados, tambi?n lo estaban arriesgando todo en el viaje. Al igual que Taiba y su familia, son hazara, una minor?a ?tnica que fue masacrada por los talibanes durante su primer r?gimen en la d?cada de 1990, y cre?an que nunca iban a poder estar a salvo con el nuevo gobierno.

“Estoy pensando en mi futuro hijo”, dijo Ali.

Dos abuelos, uno de los cuales dijo que hab?a trabajado para el derrocado gobierno afgano, viajaban con sus familias, eran 17 personas en total. Tambi?n iban un hombre que dijo ser un expolic?a afgano, Mohammad Sharif, y su esposa, Rahima con su hijo peque?o, nacido dos meses antes en Brasil.

Casi todos pidieron ser citados solo por sus nombres de pila, para proteger a sus familiares en Afganist?n.

Mozhgan, de 20 a?os, era la m?s conversadora. Cursaba el d?cimo primer grado cuando los talibanes entraron en Kabul y no pudo ir m?s al colegio.

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Mozhgan en Ciudad de M?xico. “Los hombres pueden salir”, dijo de la vida bajo el r?gimen talib?n. “?Y nosotras? No tenemos vida”.

La presencia estadounidense le hab?a abierto el mundo. Hablaba varios idiomas, entre ellos ingl?s, hindi y un poco de chino. Hab?a visto pel?culas de Marvel y escuchaba a BTS, el grupo de pop coreano cuya m?sica hab?a hecho que dejara de ser una “chica t?mida y triste en el rinc?n” para convertirse en una mujer inquisitiva y segura de s? misma.

So?aba con ser dise?adora de moda o periodista, como las mujeres de las pel?culas estadounidenses. Su hermana, Samira, de 16 a?os, pensaba en ser astronauta. Bajo el r?gimen talib?n, que ha prohibido la presencia de mujeres en la mayor?a de espacios p?blicos, esas vidas ahora eran imposibles.

“Es como estar en un camino sin destino”, afirm? Mozhgan.

Su familia, tambi?n hazara, consider? v?as legales para ingresar a Estados Unidos, dijo Mozhgan, pero concluyeron que eso “tardar?a a?os”.

Entonces una bomba explot? en el colegio de su hermano en Kabul, muy probablemente un ataque ejecutado por militantes del Estado Isl?mico para desafiar a los talibanes, y su padre decidi? huir.

“No sabes si vas a lograr sobrevivir”, dijo Mozhgan, “as? que hay que tomar acciones ahora”.

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Ali, el esposo de Taiba, en el centro, con su hijo a la espalda. En Estados Unidos, dijo, “voy a aceptar cualquier trabajo que pueda hacer”.

Miles de migrantes desesperados llevan a?os realizando la ardua traves?a selv?tica desde Am?rica del Sur a Estados Unidos.

Pero antes de que los estadounidenses se retiraran de Afganist?n y los talibanes tomaran el poder, los afganos rara vez estaban entre esos migrantes. Funcionarios en Panam? afirman que solo unos 100 afganos cruzaron la selva entre 2010 y 2019.

Seg?n las autoridades, ahora cientos de afganos se arriesgan cada mes. Forman parte de una aglomeraci?n hist?rica de personas que atraviesan el Dari?n, la ?nica forma de llegar por tierra de Am?rica del Sur a Estados Unidos.

El Dari?n es una mara?a monta?osa sin caminos que durante d?cadas era considerada como un ?ltimo recurso e implica grandes complicaciones: r?os que arrastran cuerpos, cuestas que provocan infartos, lodo que casi se traga ni?os, delincuentes que roban, secuestran, asaltan y matan.

Pero con el caos econ?mico y pol?tico de los ?ltimos a?os, incluida la pandemia y la guerra en Ucrania, el inter?s por el Dari?n se ha disparado, junto con la incesante publicidad en TikTok, Facebook y WhatsApp por parte de traficantes y migrantes por igual, quienes en ocasiones presentan la ruta como una excursi?n familiar que casi cualquier persona puede emprender.

“Seguro. 100% confiable. Paquetes especiales”, reza una publicaci?n de Facebook que muestra a personas tomadas de la mano mientras caminan hacia una bandera estadounidense que ondea. “Garantizados”.

En promedio, desde 2010 hasta 2020, menos de 11.000 personas cruzaron la selva cada a?o. Pero este a?o, seg?n los funcionarios, se espera que hasta 400.000 personas hagan el viaje, casi todos ellos con rumbo a Estados Unidos.

Y si bien la mayor?a proviene de Venezuela, Hait? y Ecuador, la ruta se ha convertido cada vez m?s en unas Naciones Unidas de la migraci?n, con un n?mero cada vez mayor de personas de China, India, Nigeria, Somalia y otros pa?ses.

Biden est? haciendo grandes esfuerzos para cerrar esa ruta. En abril, ?l y sus aliados en la regi?n anunciaron una campa?a de 60 d?as destinada a poner fin al movimiento il?cito de personas a trav?s del Dari?n. Su gobierno tambi?n impuso nuevas reglas que se espera que dificulten la entrada a Estados Unidos de todos los solicitantes de asilo, incluidos los afganos.

Muchos de los afganos en el viaje sab?an que Biden estaba tomando medidas dr?sticas contra la migraci?n, pero afirmaron que iban a cruzar de todos modos, sin importar las dificultades.

“Si me rechazan 10 veces”, afirm? Ali, el m?dico, “10 veces regresar?”.

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Un grupo de mujeres afganas viviendo en el aeropuerto de S?o Paulo.

‘?Sobreviviremos?’

En la Terminal B del aeropuerto de S?o Paulo-Guarulhos se conform? una aldea: afganos dorm?an bajo mantas de lana tendidas como tiendas de campa?a sobre carritos de equipaje.

Era diciembre de 2022, y la mayor?a hab?a llegado a Brasil d?as antes, incluso semanas, cargando lo ?ltimo de sus pertenencias y con solo una vaga idea de qu? hacer a continuaci?n.

Pod?an quedarse en Brasil, e incluso trabajar all?. Pero pocos hablaban portugu?s, y el salario m?nimo del pa?s era de solo unos 250 d?lares mensuales. La mayor?a ten?a familias numerosas — de cinco, 10 o 20 personas– que mantener en casa. Muchos hab?an pedido prestado los ?ltimos ahorros de sus familiares para llegar hasta aqu?, y si no los devolv?an, sus familias pasar?an hambre.

“Soy la ?nica esperanza de la familia”, afirm? Haroon, un ingeniero de 27 a?os reci?n llegado a Brasil.

Es por eso que muchos afganos siguieron r?pidamente con el viaje, con la mente puesta en Estados Unidos.

Cruzaron Per?, Ecuador y Colombia, pasando de contrabandista a contrabandista como si fuesen una estafeta en una carrera de relevos.

En una noche sin estrellas en marzo, Taiba y su esposo, Ali, vadearon hacia un bote en Colombia junto a otros 50 afganos, rumbo al Tap?n del Dari?n. La neblina opacaba la luna llena.

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Personas que sub?an a una embarcaci?n de contrabandistas que las llev? a Panam?, donde comenzaron su traves?a por el Tap?n del Dari?n.

Su hoja de ruta no era m?s que un escueto PDF de tres p?ginas que circulaba por todo el mundo, a veces en las cadenas de WhatsApp. Escrito en persa, ofrec?a consejos sobre c?mo llegar desde Brasil hasta M?xico con una lista de contactos de contrabandistas y escuetos consejos de viaje.

En Colombia, aconsejaba “siempre tener 10 d?lares en tu pasaporte” para pagarle a los polic?as que amenazaran con arrestarlos. En la selva, “el primer d?a es estresante”. En M?xico, “aseg?rate de esconder todo tu dinero y documentos”.

El hijo de Taiba y Ali, un ni?o de mejillas redondas que acababa de cumplir 3 a?os, estaba cada vez m?s pesado, por lo que a menudo lo ataban a la espalda de un primo, Jalil, de 24 a?os, entrenador de kickboxing y un guardaespaldas ideal para el viaje que ten?an por delante.

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Jalil lleva al hijo de Ali y Taiba en la selva.

La mayor?a de los afganos hab?an escuchado sobre los peligros del Dari?n, y su contrabandista les hab?a ofrecido la llamada “ruta VIP” –que costaba 420 d?lares por persona, en vez de los 300 d?lares regulares– que acortaba el viaje a unos cuatro d?as, en lugar de ocho o nueve.

Mientras Taiba se sub?a al bote, junto con decenas de personas, intentaba comprender lo mucho que hab?a cambiado su vida en los ?ltimos dos a?os.

Taiba y Ali se hab?an conocido como estudiantes universitarios. Explica que Ali trabaj? como traductor para las tropas espa?olas, antes de comenzar a trabajar con un contratista de las Naciones Unidas. Hasta la llegada de los talibanes, estaban felices y enamorados del Afganist?n que estaban ayudando a construir. Luego, cuando los combatientes invadieron Kabul, Taiba corri? a su oficina para quemar documentos con la esperanza de protegerse a s? misma y a otras mujeres, dijo, antes de huir a otra ciudad.

Pasaron meses suplic?ndoles a diferentes gobiernos, hasta que Uruguay acept? recibirlos. Pero en Montevideo, la capital, r?pidamente decidieron que no pod?an ganar lo suficiente para mantener a sus familias en casa. Taiba abog? por dirigirse al norte.

Ahora se arrepent?a.

Un capit?n de la embarcaci?n les grit? que guardaran los tel?fonos, para que pudieran viajar sin ser detectados por la polic?a. El motor rugi? y los 54 afganos aceleraron costa arriba, llorando, vomitando y rezando. Muchos nunca hab?an visto un oc?ano o un mar.

“?Nos vamos a ahogar?”, pregunt? Mozhgan en voz alta. “?O sobreviviremos?”.

Al d?a siguiente, entraron a la selva y subieron tres monta?as, la ?ltima de las cuales es conocida localmente como La Llorona. Se ca?an a menudo, clavaban sus manos en ?rboles cubiertos de grandes espinas, ve?an c?mo sus botas se llenaban de barro y, en ocasiones, se desplomaban por el agotamiento. El hijo del expolic?a no paraba de llorar.

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Mohammad Sharif, el expolic?a, lavando a su hijo en el Tap?n del Dari?n.

Mohammad Rahim, de 60 a?os, uno de los dos abuelos de la familia de 17, era el que m?s sufr?a: se deten?a muchas veces cada hora para tumbarse en el suelo. Sus hijos se arrodillaban a su lado, masajeando su cuerpo para devolverle la energ?a. Murmurando oraciones, los otros afganos se preguntaban si lograr?a culminar el viaje.

Cerca de la cima de La Llorona, Ahmad, un ingeniero de 24 a?os, comenz? a desmoronarse.

“?Estoy loco por venir aqu?!”, grit?, golpeando con su machete las ra?ces de los ?rboles que se anudaban en el suelo.

Dijo que hab?a intentado entrar legalmente en Estados Unidos postul?ndose a un programa de permiso humanitario en 2021, pero nunca obtuvo respuesta.

“?Nadie se preocupa por nosotros!”, grit?. “?Nos queda gente importante en Afganist?n y a nadie le importa!”.

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Mohammad Rahim recibe cuidados de su hijo Bahlol.

En los ?ltimos d?as de la ocupaci?n estadounidense en 2021, el gobierno de Biden transport? por aire a unos 88.500 afganos fuera del pa?s, un esfuerzo que el presidente estadounidense calific? de “extraordinario”.

“Solo Estados Unidos ten?a la capacidad, la voluntad y la habilidad para hacerlo”, dijo Biden al p?blico estadounidense despu?s.

Pero muchas decenas de miles de otros afganos tambi?n trabajaron con el gobierno estadounidense o con organizaciones estadounidenses durante la guerra, y podr?an correr el riesgo de sufrir represalias, seg?n #AfghanEvac, un grupo de organizaciones que ayudan a los afganos que buscan reubicarse.

Menos de 25.000 afganos han recibido visas especiales o el estatuto de refugiado en Estados Unidos desde los puentes a?reos de 2021, seg?n datos del gobierno. Y las opciones son m?s escasas para las personas que no colaboraron con Estados Unidos, pero que a?n podr?an estar en peligro.

Aproximadamente 52.000 afganos han postulado a un programa de permiso humanitario conocido en ingl?s como humanitarian parole. A mediados de abril, solo 760 personas hab?an sido aprobadas.

En comparaci?n, m?s de 300.000 ucranianos llegaron a Estados Unidos en el marco de diversos programas en poco m?s de un a?o.

“No entiendo por qu? el mundo ha tenido los brazos tan abiertos con los ucranianos y tan cerrados para los afganos”, dijo Shawn VanDiver, el veterano de la Marina estadounidense que inici? #AfghanEvac.

Una portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Adrienne Watson, declar? que el gobierno estaba trabajando para mejorar un programa de reasentamiento de afganos ya de por s? s?lido. Lo calific? como “parte de nuestro compromiso a largo plazo con nuestros aliados afganos”.

Muchos de los afganos que estaban en la selva dijeron que no sent?an ese compromiso.

“Hicimos muchas cosas por el pueblo estadounidense”, dijo Niazi, el padre que mostr? fotos de s? mismo como guardia con el presidente Obama. “Pero el pueblo estadounidense simplemente nos abandon?”.

Una empinada colina de tierra era el ?ltimo esfuerzo de los afganos a trav?s de la jungla. Por fin hab?an llegado a un campamento construido por un grupo ind?gena, los ember?. Taiba miraba boquiabierta los generadores, las plataformas de madera y las mujeres que vend?an pollo frito y Coca-Cola.

Por la ma?ana, los ember? los condujeron a unas canoas y, por 25 d?lares por persona, los transportaron a un puesto de control en Panam?, donde los funcionarios los contaron, anotaron sus nacionalidades y los enviaron hacia el norte.

Mohammad Azim, de 70 a?os, el otro abuelo, corri? al r?o para lavarse. Despu?s, bajo una reja cubierta de alambre de p?as, se arrodill? para rezar, agradecido por haber llegado, pero preocupado por los miles de kil?metros que le quedaban por recorrer.

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Mohammad Azim en un puesto de control migratorio tras cruzar el Tap?n del Dari?n.

‘Todo es oscuro’

El grupo de 54 se dividi? poco despu?s.

Taiba y su familia tomaron un autob?s a trav?s de Costa Rica, luego caminaron durante horas hasta que encontraron un carro en Nicaragua y se vieron obligados a pagar sobornos a la polic?a en Honduras. En Guatemala siguieron caminando por la selva y le pagaron a otro contrabandista para que los llevara de un autob?s a un bote, luego cruzaron un r?o y subieron a un cami?n que los traslad? hasta el sur de M?xico.

En Uruguay, Taiba hab?a dejado de usar el tradicional pa?uelo de la cabeza para pasar desapercibida y se cort? el pelo cuando empez? a ca?rsele. Adelgaz? 10 kilos y hab?a visto c?mo su hijo perd?a el 15 por ciento de su peso corporal.

Si los estadounidenses no la acog?an, pens?, tal vez seguir?a su camino hasta Canad?, donde su esposo ten?a parientes y, seg?n imaginaba, el gobierno podr?a ser m?s acogedor.

Ali, el m?dico que prometi? seguir intentando llegar a Estados Unidos, aunque lo “devolvieran” 10 veces, result? ser prof?tico. Cerca de la frontera estadounidense, la polic?a mexicana los detuvo a ?l y a su esposa, los robaron y los metieron en un autob?s que los llev? por todo M?xico, de vuelta a la frontera con Guatemala.

Desde all? partieron de nuevo, pero fueron detenidos por segunda vez y los encarcelaron durante alrededor de una semana.

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Mozhgan y su hermana menor Morsal en Ciudad de M?xico. Despu?s de la selva, se dirigieron al norte en una serie de embarcaciones. “Mi madre estaba como loca”, dijo Mozhgan. “No hemos venido hasta aqu? para morir en el oc?ano”.

Las noticias sobre otros afganos que intentaron cruzar a Estados Unidos llegaban a cuentagotas.

Milad, abogado de 29 a?os, salt? el muro con su esposa y sus hijos, de 2 y 4 a?os. Seg?n dijo, fueron detenidos en un centro estadounidense en Calexico, California, y les dijeron que los llevar?an a un hotel. En lugar de eso, relat? que los agentes fronterizos estadounidenses los metieron en una furgoneta blanca con las ventanillas oscurecidas que los dej? en una calle en Mexicali, M?xico. Su primo Tamim, periodista de 27 a?os, dijo haber tenido una experiencia similar.

Ahmad Faheem Majeed, de 28 a?os, exoficial de inteligencia de la Fuerza A?rea Afgana que cruz? a Texas en septiembre de 2022, fue detenido y acusado de no entrar en un puesto de control designado, un delito menor. Se declar? culpable y permaneci? bajo custodia estadounidense durante ocho meses, seg?n consta en los registros judiciales.

“Ayud? a estos estadounidenses”, dijo desde el Centro de Detenci?n Eden en Texas, a veces al borde de las l?grimas. “No entiendo por qu? no me ayudan”.

Funcionarios de seguridad nacional de Estados Unidos declinaron hablar de sus casos.

La familia de Mozhgan lleg? a Ciudad de M?xico, pero ten?a miedo de continuar sin la documentaci?n de inmigraci?n expedida por el gobierno mexicano, que pensaban que los proteger?a de la detenci?n. Hicieron fila durante d?as antes de dirigirse al norte.

Taiba y su familia subieron a un autob?s desde Ciudad de M?xico hasta la frontera estadounidense.

“Por el placer de viajar”, dec?a el lema del autob?s. Hac?a un a?o que hab?an salido de Afganist?n.

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Ali, Taiba y su hijo viajando en autob?s de Ciudad de M?xico a Tijuana.

Un cansancio se apoder? de ella, su esperanza casi qued? sepultada por el agotamiento. Los delincuentes y la polic?a detuvieron el autob?s en repetidas ocasiones para extorsionarlos. La tercera noche llegaron a Tijuana, con las luces de la frontera parpadeando a lo lejos. Era principios de abril.

A la noche siguiente, un contrabandista los llev? al t?nel de drenaje en medio de la ciudad. Al subir la primera valla fronteriza, pudieron ver flores silvestres y una autopista al otro lado.

Taiba baj? al suelo con expectaci?n y sus pies se posaron en la tierra.

Lo hab?an logrado, o eso cre?an.

Pasaron una noche fr?a en una especie de inframundo de la inmigraci?n, atrapados entre dos vallas fronterizas. Por la ma?ana, los agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos los recogieron. Despu?s de tantos miles de kil?metros, su bienvenida fue un centro de detenci?n, dijeron.

Esperaban poder solicitar asilo all? mismo. En vez de eso, los funcionarios estadounidenses les entregaron documentos en los que se aclaraba que cada uno de ellos era un “extranjero presente en Estados Unidos”, sujeto a deportaci?n.

Podr?an luchar contra la expulsi?n en una audiencia judicial, fijada para el 30 de junio de 2025 en Boston, al otro lado del pa?s.

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El lugar de la frontera estadounidense por donde cruzaron Taiba y Ali con su hijo y su primo.

Para solicitar asilo, tendr?an que seguir el proceso por su cuenta o buscarse un abogado. Hasta entonces, no pod?an trabajar.

Una organizaci?n ben?fica los aloj? brevemente en una habitaci?n de hotel, pero las preguntas empezaron a corroerlos: ?C?mo iban a comer? ?D?nde podr?an vivir? ?Este era el sue?o americano?

“Todo es oscuro”, dijo Ali, el esposo de Taiba.

Los dem?s se enfrentaron a retos similares.

Milad, el abogado, volvi? a intentar la traves?a y lo logr?. Consigui? trabajo en una cocina, sin tener papeles. Ali y Nazanin, los m?dicos, por fin llegaron a la frontera y la cruzaron, y luego se dirigieron a casa del hermano de ella en Georgia. Niazi, el guardia presidencial, acab? en un refugio de San Diego, pregunt?ndose c?mo hacer estudiar a sus tres hijos, que hab?an perdido dos a?os de escolarizaci?n.

Ninguna de las familias ten?a un abogado ni una idea clara de c?mo sobrevivir, y mucho menos de c?mo alimentar a sus familias en Afganist?n. La mayor?a empez? a escribir mensajes desesperados a las organizaciones de ayuda a los migrantes, pero los grupos estaban desbordados y los afganos rara vez recib?an respuesta.

La familia de Mozhgan se enfrentaba a un terror diferente: ella hab?a desaparecido.

Escal? la primera valla fronteriza y pas? tres noches entre los muros. Finalmente, los funcionarios de inmigraci?n llevaron a su familia a un centro de detenci?n, pero a ella y a su hermano mayor, ambos mayores de 18 a?os, los trataron como adultos solos y los mantuvieron bajo custodia, mientras que el resto de la familia fue puesta en libertad en California.

Hab?an huido juntos de Afganist?n y pasaron meses caminando por un terreno implacable, eludiendo a bandidos y a polic?as corruptos, solo para ser separados, sin contacto alguno, en el pa?s donde esperaban encontrar refugio.

Su madre, Anisa, estaba desesperada, dijo Abdul, el padre de Mozhgan. “Es posible que no volvamos a verlos”, recuerda que le dijo.

Los hijos fueron liberados alrededor de una semana despu?s y se reunieron con la familia.

Taiba sigui? movi?ndose. A principios de mayo, un grupo de ayuda de Nueva York le ofreci? una plaza en un refugio y la familia se dirigi? al este, con destino a una mayor incertidumbre. Sin asilo, se enfrentaban a una vida en las sombras, como millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.

Su esposo siempre hab?a cre?do que el Dari?n ser?a la parte m?s dura del viaje.

“Pero cuando termin? la selva, hemos visto que no”, dijo en espa?ol. “Dificultades hay para siempre”.

Federico Rioscolabor? con reporter?a desde Brasil, M?xico y el Tap?n del Dari?n, y Ruhullah Khapalwak, desde Vancouver.

Julie Turkewitz es jefa del bur? de los Andes, que cubre Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Per?, Surinam y Guyana. Antes de mudarse a Am?rica del Sur, fue corresponsal de temas nacionales y cubri? el oeste de Estados Unidos. @julieturkewitz

 

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