La ola de esc?ndalos que envolver?a a Espa?a comenz? con una redada policial en una finca boscosa a las afueras de Madrid. Era el 3 de noviembre de 2017 y el objetivo era Jos? Manuel Villarejo P?rez, un antiguo esp?a del Gobierno. El nombre de Villarejo llevaba a?os circulando en la prensa espa?ola. Se rumoreaba que ten?a amigos poderosos y que guardaba trapos sucios de todos ellos. La impresionante variedad de acusaciones en su contra –falsificaci?n, soborno, extorsi?n, tr?fico de influencias– le hab?a valido el apodo de “rey de las cloacas”.

La polic?a –algunos agentes escalaron la valla que rodeaba el recinto– se abri? paso a ?ltima hora de la ma?ana. Hab?an ido en busca de pruebas de blanqueo de dinero, pero no fueron los libros de contabilidad de Villarejo los que les llamaron la atenci?n aquel d?a. En el sal?n del esp?a hab?a una caja fuerte. Y en la caja fuerte hab?a grabaciones de audio: un mont?n de discos duros encriptados, cintas de casete grandes y microcasetes grabados durante d?cadas, y que equival?an a miles de horas. En ellas se o?an las voces de las personas m?s adineradas y poderosas de Espa?a. La mayor?a de ellas hab?an sido grabadas en secreto por Villarejo. “Dices, es verdad, no es una leyenda; es verdad que lo graba todo desde hace 40 a?os”, dijo un fiscal del caso en una entrevista a?os despu?s.

Durante muchas d?cadas, casi nadie conoc?a el rostro de Villarejo. Al fin y al cabo, era un esp?a, y no uno cualquiera, sino uno que hab?a empezado su carrera en la polic?a secreta del dictador Francisco Franco. En aquellos a?os, se vest?a con overoles de Telef?nica, la compa??a nacional de telefon?a, mientras realizaba operaciones de vigilancia en las monta?as, y en varias ocasiones incluso se puso un alzacuello de cura para infiltrarse en el grupo separatista vasco ETA. M?s recientemente, sin embargo, Villarejo se hab?a presentado simplemente como un abogado que dirig?a una empresa de investigaci?n privada, ofreciendo a aquellos con los que se reun?a descubrir material comprometedor sobre sus enemigos. Su v?nculo formal con el gobierno era cada vez m?s ambiguo. De todas las identidades que asumi? a lo largo de los a?os, este fue quiz? el m?s poderoso. Lo hizo rico gracias a los elevados honorarios que cobraba y le abri? una puerta al mundo de los magnates, los ministros, los arist?cratas, los jueces, los directores de peri?dicos y los traficantes de armas, cuya confianza se gan? y cuyas conversaciones privadas grababa.

Villarejo fue esposado y trasladado a Madrid. Pero mientras estaba en la c?rcel a la espera de juicio, la pregunta que qued? flotando sobre Espa?a fue la siguiente: ?Qu? ocurre con los secretos de un pa?s cuando los ha grabado todos un solo hombre? ?Y qu? ocurre cuando ese hombre de repente se ve acorralado?

La respuesta, al parecer, lleg? al a?o siguiente, cuando empezaron a filtrarse cintas a la prensa. Estaba la cinta en la que se escuchaba a la entonces ministra de Justicia –la mujer que supervisaba el sistema judicial que juzgar?a a Villarejo– empleando un insulto para los homosexuales. Estaba la cinta del juez del caso de Villarejo discutiendo si conced?a un favor a un traficante de armas. Hab?a cintas del exvicepresidente de un importante partido pol?tico, un ejecutivo bancario, un destacado abogado espa?ol que ayudaba a Julian Assange.

Y estaban las cintas sobre Juan Carlos I, el antiguo rey de Espa?a. La voz de las grabaciones no era la del monarca, sino la de una antigua amante, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, que le contaba a Villarejo su decepci?n con Juan Carlos. Durante a?os, dec?a, ?l hab?a escondido dinero en cuentas bancarias suizas y el sult?n de Om?n le hab?a regalado en secreto un penthouse. “Se comporta como un ni?o de 5 a?os con sus juguetes”, dice ella. Los fiscales no tardaron en abrir investigaciones de corrupci?n contra el ex rey.

Mientras todo esto iba sucediendo, Villarejo insist?a en que ?l no hab?a tenido nada que ver con las filtraciones. Pero tambi?n advirti?, en un tono m?s bien sombr?o, que llevaba d?cadas grabando a gente y que solo se hab?a difundido una peque?a parte de lo que ten?a. Villarejo se hab?a convertido en algo parecido a J. Edgar Hoover, el antiguo director del FBI que guardaba grabaciones perjudiciales de activistas de izquierda y pol?ticos poderosos con el prop?sito –a veces expl?cito, a veces impl?cito– de chantajear. Pero, a diferencia de Hoover, Villarejo hab?a sido detenido y parec?a que ahora utilizaba abiertamente sus grabaciones para atacar al mismo Estado que lo procesaba.

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Villarejo saliendo de prisi?n en marzo de 2021 tras pasar m?s de tres a?os detenido. Est? a la espera de un veredicto en un juicio posterior por cargos que incluyen soborno, tr?fico de influencias y revelaci?n de secretos.Credit…Jes?s Hell?n/Europa Press, v?a Associated Press

Al misterio se sumaban los medios en los que se publicaban las filtraciones: a menudo peque?as p?ginas web que aparec?an de la nada con primicias de gran repercusi?n. A medida que aparec?an m?s cintas, muchas mostraban nuevos delitos que Villarejo podr?a haber cometido, lo que desencadenaba nuevas investigaciones contra ?l. Para muchos, esto apuntaba a una extra?a posibilidad: mientras Villarejo filtraba algunas de sus cintas para acabar con sus enemigos en el gobierno, estos filtraban otras para incriminarlo. “El problema para todos es que grab? todo lo que hizo”, me dijo Alejandro Su?rez, propietario de Moncloa.com, uno de los sitios web que public? las filtraciones. “En estos almuerzos puedes escucharlo ir al ba?o a orinar, habl?ndose a s? mismo en el urinario”.

Luego, a principios de este a?o, se produjo otro giro. Recib? noticias de un hombre que deseaba permanecer en el anonimato, alguien que dec?a ser amigo de Villarejo. Villarejo hab?a concedido pocas entrevistas desde su detenci?n, pero el juez estaba cerca de determinar el veredicto en su caso m?s reciente, y tem?a ir a la c?rcel durante muchos a?os. Antes de que eso ocurriera, dijo el hombre, Villarejo quer?a contar su versi?n de la historia.

?Quer?a conocer al esp?a m?s famoso de Espa?a?

Villarejo propuso reunirnos en un asador a poca distancia de su casa un fr?o d?a de enero. Sin disfraz, su aspecto es bastante corriente: un corpulento hombre de 71 a?os con una incipiente barba blanca en la cara, calvo y una risa de bar?tono. Le gustan las palabrotas y las an?cdotas que culminan con chistes subidos de tono. Pero antes de llegar muy lejos en nuestra conversaci?n, tuve que interrumpirlo: “?Nos est? grabando ahora?”, le pregunt?.

Dej? de bromear y, por un momento, pareci? ofendido. No me estaba grabando, dijo, con la insistencia de quien nunca ha grabado a nadie sin su consentimiento previo. De hecho, le preocupaba que alguien lo estuviera grabando a ?l, tel?fono intervenido mediante. La idea parec?a plausible –Villarejo tiene innumerables enemigos en Espa?a– y, sin embargo, este tipo de inversi?n de papeles es exactamente lo que se espera de un hombre que se ha pasado su carrera traficando con informaci?n.

Cuando la gente llama a Villarejo el rey de las cloacas no se refieren a las alcantarillas literales, sino a un Estado en la sombra o Estado profundo que, seg?n muchos, ha manejado las palancas del poder en el pa?s desde la ?poca de Franco, el dictador nacionalista que tom? el poder al mismo tiempo que Adolf Hitler y Benito Mussolini. Pero, a diferencia de aquellos, gobern? su pa?s hasta 1975, en una dictadura que dur? d?cadas y cuyos fantasmas siguen siendo f?ciles de distinguir hoy en d?a. El antiguo mausoleo de Franco a?n domina la capital. El huso horario de Espa?a sigue siendo una hora distinto del original porque Franco cambi? los relojes para que coincidieran con la hora de la Alemania nazi, parte de la raz?n por la que aqu? la cena suele empezar a las 10 p. m.

Y luego est?n las llamadas cloacas, una red de jefes de polic?a en funciones y retirados, funcionarios de los servicios de inteligencia y militares, en su mayor?a hombres de la generaci?n de Villarejo que crecieron bajo la dictadura y siguen ejerciendo poder en la actualidad. Fue entre esta gente que Villarejo recibi? el apodo de “rey”.

Le pregunt? qu? pensaba de ese t?tulo. Se encogi? de hombros. “Lo que no se entiende es que la cloaca no genera mierda, la limpia”, empez?. “Roma triunf? gracias a la cloaca m?xima”. Me habl? de un santuario en el Foro Romano, el santuario de Venus Cloacina, construido para celebrar el sistema de alcantarillado de la ciudad. “Es cierto que cuando vas a esos lugares terminas oliendo mal. Pero alguien tiene que hacer ese trabajo, y lejos de reprocharle por lo que hace, le deber?amos agradecer”.

El esp?a empez? a contarme la larga historia de su vida. Naci? en 1951 en la localidad andaluza de El Carpio, hijo de un farmac?utico y una partera. Villarejo comenz? su carrera en el ej?rcito franquista en una ?poca en la que el servicio militar era obligatorio. Si la moralidad de luchar por un dictador le pesaba de joven, ciertamente ahora no se le notaba. Record? a Alejandro Gonz?lez Pacheco, conocido como Billy el Ni?o, un c?lebre agente de polic?a del r?gimen que m?s tarde fue acusado de tortura. (“?l tuvo un gran ?xito”, dijo Villarejo). Brome? sobre un fallido golpe de Estado en 1981, emprendido por oficiales de derecha que irrumpieron armados en el Congreso de los Diputados. Villarejo hojeaba las d?cadas como quien intenta encontrar su lugar en un libro antiguo.

Intervine para preguntarle por su ?poca de soldado: ?por qu? dej? el ej?rcito? Villarejo respir? hondo. Era un soldado leal, dijo, pero el ej?rcito no era para ?l. “Como era muy contestatario, me sent?a m?s bien ?crata o anarquista. Pero, por otro lado, s? cre?a el orden, la disciplina y en mi patria”, dijo. “Es decir: por un lado quer?a ayudar a mi pa?s, pero, por otro lado, no quer?a someterme a la disciplina”.

Infeliz como soldado, Villarejo se convirti? en agente de inteligencia. A principios de la d?cada de 1970, se uni? a la Brigada de Investigaci?n Social, una rama de la polic?a secreta franquista encargada de erradicar la deslealtad. En la mayor?a de los casos, los objetivos eran activistas de izquierda y l?deres estudiantiles, que eran encarcelados durante a?os. Los opositores pol?ticos eran silenciados con chantajes, alimentados por secretos que sal?an de las l?neas telef?nicas intervenidas.

Villarejo estaba en el centro de estas artes oscuras, y parec?a disfrutar al describ?rmelas en detalle. Record? un incidente un tanto cinematogr?fico de su trabajo encubierto contra ETA, que involucraba a una mujer que conoci? en un bar de la ciudad costera de San Sebasti?n. Una ma?ana, al salir de su habitaci?n, Villarejo dijo que se encontr? con I?aki P?rez Beotegui, alias Wilson, dirigente del grupo al que persegu?a. Villarejo dice que en ese momento ambos supieron que estaban con la misma mujer y asegura que no intercambiaron palabra. El tri?ngulo amoroso continu? –me dijo que eran los a?os 70, como si eso lo explicara todo– y Villarejo empez? a presionar a la mujer para que le diera informaci?n sobre su otro novio. Aunque este tipo de intrigas al estilo 007 eran imposibles de confirmar despu?s de d?cadas, lo que estaba claro era que Villarejo parec?a vivir para ello.

Pero la ?poca estaba a punto de llegar a su fin. Con su salud en declive, Franco anunci? que hab?a elegido un sucesor: un miembro de la realeza espa?ola que ser?a nombrado rey, con poderes absolutos tras la muerte de Franco. Era Juan Carlos.

Al final, el nuevo rey de Espa?a no quer?a convertirse en aut?crata. Vio que se avecinaba un regreso a la democracia y, tras la muerte de Franco, Juan Carlos conserv? el t?tulo que se le hab?a otorgado, pero inici? reformas. Los votantes aprobaron una Constituci?n en 1978 y, cuatro a?os m?s tarde, el l?der del Partido Socialista Obrero Espa?ol, Felipe Gonz?lez, se convirti? en presidente del gobierno. Los cambios no auguraban nada bueno para Villarejo. El nuevo presidente del gobierno orden? una purga en la polic?a de los antiguos franquistas. Villarejo, que entonces era jefe del sindicato de la polic?a, no estaba en buena situaci?n ahora que Espa?a buscaba un camino diferente.

Villarejo termin? el postre, un sorbete que hab?a pedido junto con un caf? expreso. Se puso el sombrero y las gafas, y ambos nos levantamos para ir a la puerta, pero me pidi? que me sentara y esperara unos minutos a solas mientras ?l sal?a primero. Era muy probable que sus antiguos colegas de los servicios de inteligencia lo estuvieran siguiendo, dijo, y no quer?a que lo vieran salir con un periodista. A?adi? que yo tambi?n deb?a mantener un perfil bajo en las pr?ximas semanas, porque si quer?a escribir sobre ?l, esa misma gente querr?a interferir.

Antes de escabullirse, me dijo que ya ver?a, que ?l sab?a c?mo funcionan esas cosas, que por algo lo llamaban el rey de las cloacas.

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“Quer?a ayudar a mi pa?s”, dijo Villarejo, pero “no quer?a someterme a la disciplina”.Credit…Christopher Anderson/Magnum, para The New York Times

Antes de nuestro siguiente encuentro, Villarejo me envi? una copia de una carta que escribi? a un juez de su caso. Ten?a m?s de 100 p?ginas y estaba salpicada de referencias a grandes pensadores del pasado: S?focles, Da Vinci, Maquiavelo, George Orwell y un te?logo jesuita del siglo XVII llamado Hermann Busenbaum. Era, cuando menos, una lectura confusa. Pero a lo largo de la carta, Villarejo se aferraba a una defensa sencilla: que, aunque no era completamente inocente de las acusaciones contra ?l, operaba dentro de un sistema en el que su tipo de espionaje era aceptado desde hac?a mucho tiempo. Se declaraba como un patriota que segu?a las ?rdenes que se le hab?an dado para proteger al Estado. Si hab?a un problema, el problema no era con ?l, argumentaba; era con la propia Espa?a, por permitir a Villarejo ser Villarejo.

La pr?xima vez que nos vimos fue en el despacho de su abogado en Madrid, en el quinto piso de un edificio color crema. Villarejo y el abogado se levantaron para saludarme. Empec? pregunt?ndole a Villarejo por qu? hab?a querido hacer esas entrevistas en todo caso. Se qued? pensativo un momento. Dijo que sus enemigos lo hab?an destrozado en p?blico, hasta el punto de que ahora era el cuco a los ojos de la mayor?a de los espa?oles. Ahora todos conoc?an su rostro, pero nadie lo conoc?a a ?l, y quer?a que eso cambiara. Me eligi? a m?, a?adi?, porque se ve?a que era un hombre honrado. Tales halagos debieron abrirle muchas puertas en el pasado.

Le di las gracias, pero a?ad? que yo tambi?n necesitaba que fuera honesto. “?Qui?n est? filtrando los audios?”, le pregunt?.

“Esas cintas me las quit? la polic?a”, dijo. “Tienes que preguntarles a ellos”.

Le dije que me costaba creerlo: era un esp?a, y los esp?as guardaban copias de las cosas por si se las quitaban. Villarejo se me qued? mirando un momento. Bueno, dijo, si tuviera una copia, no la tendr?a ?l, sino alg?n amigo. Y el amigo, dijo, tendr?a que estar en otro pa?s y bajo instrucciones muy estrictas de no divulgar los audios a menos que Villarejo viajara personalmente al extranjero para darle instrucciones de hacerlo. Como actualmente no se le permit?a salir del pa?s, no habr?a forma de que pudiera estar detr?s de las filtraciones.

No avanz?bamos mucho con los audios. Villarejo me cont? que, tras dejar la polic?a, mont? una empresa de investigaci?n privada. Uno de sus primeros casos involucraba a la Iglesia de la Cienciolog?a, que, seg?n ?l, estaba preocupada por los impostores que utilizaban su marca sin permiso. Villarejo envi? investigadores a seminarios ofrecidos por falsos cienci?logos en varias ciudades espa?olas para que despu?s los abogados de la Iglesia amenazaran con emprender acciones legales. (Un art?culo publicado en 1990 en el peri?dico espa?ol ABC menciona un juicio en el que Villarejo y miembros de la iglesia fueron acusados de inculpar en un robo a uno de los impostores de la Cienciolog?a coaccionando a un drogadicto en rehabilitaci?n para que lo implicara falsamente. El grupo fue posteriormente absuelto). Los responsables de la Cienciolog?a quedaron tan impresionados por su trabajo que, seg?n ?l, lo llevaron en avi?n a Los ?ngeles para asistir a una reuni?n de los principales miembros de la Iglesia, donde dice que se reuni? brevemente con John Travolta. (La Iglesia de la Cienciolog?a indic? que no tiene constancia de que Villarejo asistiera a un evento as?). Durante la fiesta, me dijo Villarejo, ten?a una cinta grabando, como siempre.

Pero, ?por qu?? Hab?a muchas cosas que te perd?as en una conversaci?n si no pod?as escucharla despu?s, dijo. ”Aqu? est?n los matices, todos est?n en la grabaci?n: la tonalidad, el tono, el timbre”, me dijo. “Puedes escuchar cuando hay dudas sobre la informaci?n que uno te da”. Al principio, se sujetaba grandes grabadoras al pecho, pero cuando se generaliz? la venta de microcasetes en Espa?a, se los met?a en los calcetines. Finalmente, se limitaba a usar su tel?fono inteligente.

Grababa a todo el mundo, dijo: a un general marroqu? encargado de proteger a la familia real, a un marido que buscaba la cuenta bancaria de quien pronto se convertir?a en su exesposa. En una ocasi?n, Villarejo grab? a Monzer al-Kassar, un famoso traficante de armas sirio que viv?a en Espa?a, grabaci?n que se utiliz? posteriormente en un caso contra ?l ante un tribunal federal estadounidense. (”No quiero ninguna trampa”, dijo el traficante a Villarejo antes de la operaci?n encubierta que lo atrap?).

Pero si uno menciona a Villarejo a cualquiera en Madrid, solo hay un grupo de audios del que quieren saber. En una de nuestras reuniones posteriores, le dije que quer?a pasar la ma?ana hablando del audio que hab?a grabado sobre el anterior rey, Juan Carlos. Mir? a su abogado un segundo, pensando por d?nde empezar. Despu?s de una d?cada trabajando por su cuenta, Villarejo dijo que recibi? una llamada de funcionarios espa?oles. Le ped?an que volviera a trabajar de inc?gnito para la Polic?a Nacional. Una vez purgado del gobierno por ser miembro de las “cloacas”, Villarejo volv?a a estar en el centro de la inteligencia oficial.

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El conocido traficante de armas sirio Monzer al-Kassar escoltado por agentes de la Administraci?n de Control de Drogas en Nueva York, en 2008. Las grabaciones de Villarejo se convirtieron en parte de un caso judicial federal estadounidense en su contra.Credit…Louis Lanzano/Associated Press

Villarejo cruz? los brazos sobre el pecho y mir? en ambas direcciones, como se hace antes de desvelar un gran secreto. En sus ?ltimos a?os como rey, dijo Villarejo, Juan Carlos se enamor? de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, una ciudana danesa nacida en Alemania que conservaba el apellido de su aristocr?tico exesposo, el pr?ncipe Casimiro de Sayn-Wittgenstein-Sayn. Conoci? a Juan Carlos en un viaje de cacer?a en Espa?a. El romance era un secreto a voces y, al poco tiempo, Juan Carlos comunic? a los miembros de su c?rculo que planeaba divorciarse de su esposa, la reina Sof?a, y casarse con Zu Sayn-Wittgenstein. Los altos funcionarios del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) se alarmaron. Un divorcio podr?a da?ar gravemente la reputaci?n de la monarqu?a, la instituci?n m?s tradicional de Espa?a despu?s de la Iglesia cat?lica. Seg?n Villarejo, los agentes de inteligencia idearon un plan para separar a la pareja, denominado Operaci?n Fari, en honor a Farinelli, un cantante italiano que, tras ser castrado, se convirti? en uno de los sopranos m?s c?lebres del siglo XVIII.

El plan, dijo, consist?a en hacer algo parecido con el rey: se reclutaron guardaespaldas militares para sustituir las medicinas de su pastillero por hormonas femeninas. La idea, seg?n Villarejo, era que las p?ldoras hicieran que a Juan Carlos se le cayera el pelo y disminuyera su libido, de tal forma que ni el rey ni su amante se sintieran atra?dos por el otro. Le ped? a Villarejo que se detuviera un momento. Parec?a un plan rid?culo, le dije. ?Qu? le parec?a a ?l? “Me pareci? alucinante”, dijo riendo. “Pero podr?an haber matado al rey”. (El CNI nunca ha reconocido que tal operaci?n tuviera lugar).

Finalmente, la pareja termin? su relaci?n, aunque la ruptura pareci? deberse m?s a la incapacidad del rey para mantenerse fiel a su amante que al complot de los esp?as espa?oles. Esto, sin embargo, cre? un nuevo dolor de cabeza el CNI: la agencia de espionaje, seg?n Villarejo, cre?a que Zu Sayn-Wittgenstein ten?a acceso a una gran fuente de documentos perjudiciales de la monarqu?a y pretend?a utilizarlos para chantajear a su antiguo amante. As? que en la primavera de 2015, dijo Villarejo, fue enviado una vez m?s: esta vez ir?a de inc?gnito a Londres para entablar amistad con Zu Sayn-Wittgenstein con la esperanza de que ella le dijera la ubicaci?n de los archivos y todo lo que conten?an.

Villarejo busc? que los presentaran a trav?s de una amistad en com?n, y los dos hombres se reunieron con Zu Sayn-Wittgenstein en su apartamento de Eaton Square, en Londres. Villarejo dijo que pidi? t? verde, se sent? y present? su falsa identidad. Era un abogado con v?nculos profundos con la agencia de inteligencia, pero a diferencia de otros funcionarios, a ?l le parec?a que ella hab?a sido tratada injustamente, y quer?a ayudar. Villarejo me cont? que, para ayudarlo a ganarse su confianza, los funcionarios de inteligencia le enviaron documentos para que los compartiera con ella, en los que se esbozaban planes oficiales para inculpar a Zu Sayn-Wittgenstein de delitos financieros.

Cuando escuch? la grabaci?n de la conversaci?n –los fragmentos filtrados son ahora f?ciles de encontrar en internet– pude o?r c?mo Zu Sayn-Wittgenstein se estremec?a. A continuaci?n, empieza a enumerar una lista de negocios financieros sucios de los que tuvo conocimiento durante la relaci?n. Juan Carlos ten?a cuentas ocultas en Suiza, dijo. Hab?a usado a uno de sus abogados y a un primo como testaferros en numerosas transacciones, entre ellas los pagos por vuelos privados que realizaba. Los asesores del rey hab?an intentado poner a nombre de ella una propiedad que le hab?a regalado el rey de Marruecos para evitarle el pago de impuestos.”Est?n haci?ndome la guerra porque yo no quiero cometer un delito”, dice ella.

Villarejo y Zu Sayn-Wittgenstein se vieron otra vez al a?o siguiente en Londres. Comieron en un restaurante italiano, y Villarejo dijo que rompi? su norma de no beber durante las operaciones cuando ella pidi? una botella de buen vino. Dijo que ten?a algunas cartas de amor, pero nada que equivaliera a un archivo de los secretos del rey. Villarejo sigui? insistiendo, pero Zu SaynWittgenstein volv?a una y otra vez a su frustraci?n por su relaci?n con el antiguo rey. “Hab?a querido de verdad este hombre”, me dijo Villarejo. “Creo que ella estaba realmente enamorada de ?l”.

Se desconoce si la examante del rey em?rito ten?a documentos comprometedores, pero lo que est? claro es lo siguiente: la operaci?n para proteger a la monarqu?a sali? mal en 2018, cuando comenzaron a filtrarse las cintas y los fiscales abrieron varias investigaciones en torno a las actividades del exmonarca, incluso por fraude fiscal. En 2020, Juan Carlos I anunci? que abandonaba su pa?s. Poco despu?s, apareci? en el hotel Emirates Palace de Abu Dhabi, en Emiratos ?rabes Unidos, una monarqu?a amiga que era vista como poco inclinada a extraditarlo.

Mientras segu?a reporteando sobre Villarejo, no dejaba de pensar en sus palabras de despedida tras nuestro primer encuentro cerca de su casa: que habiendo pasado tanto tiempo practicando las oscuras artes de la inteligencia en Espa?a, estaba seguro de que los “poderes f?cticos” del pa?s intentar?an interferir en el art?culo sobre ?l que yo estaba escribiendo. En aquel momento lo descart? como una fanfarronada. Record? que un editor bien relacionado en Madrid me hab?a dicho una vez que por cada verdad que Villarejo dec?a, tambi?n dec?a cinco mentiras.

Entonces lleg? un mensaje de Jos? Bautista, mi investigador en Madrid: alguien acababa de enviarle un archivo lleno de decenas de audios in?ditos de Villarejo. Yo le hab?a contado a Bautista que me reunir?a con el esp?a, pero le di ?rdenes estrictas de que no se lo dijera a nadie m?s y las hab?a cumplido. Le pregunt? qui?n cre?a que hab?a enviado los archivos. No estaba claro, dijo, pero la fuente parec?a ser alguien cercano al servicio de inteligencia espa?ol al que no le ca?a bien Villarejo. Todav?a no me hab?a puesto en contacto con nadie de la inteligencia espa?ola para hablar de la historia. Todo parec?a una extra?a coincidencia.

Al final, no encontramos ninguna primicia de gran repercusi?n en el vertedero de audios. Escuchamos decenas de cintas, algunas de pocos minutos de duraci?n, otras de horas. Sonaban apagadas, no ten?an fecha y ven?an con poco contexto. No ?ramos los primeros periodistas que recib?an parte del vasto archivo de Villarejo y se daban cuenta de la verdad fundamental: grababa todo, y gran parte de eso tiene poco inter?s. Pero la fuente tambi?n hab?a enviado una copia de una agenda diaria manuscrita de Villarejo con los nombres y fechas de varias reuniones. La agenda era m?s ?til, ya que ofrec?a una forma de cruzar referencias de muchas de las reuniones que Villarejo afirmaba haber tenido.

Hubo una parte de la historia de Villarejo que no pude confirmar en ning?n sitio: la Operaci?n Fari, el intento de drogar al rey. El plan parec?a demasiado descabellado, demasiado parecido al fallido plan de la CIA para derrocar a Fidel Castro haciendo que primero se le cayera la barba.

La ?nica persona que pens? que pod?a tener respuestas era la propia Zu Sayn-Wittgenstein. En abril, tras varias solicitudes, accedi? a reunirse conmigo y vol? a Londres. Un martes lluvioso por la tarde me recibi? en su casa y me invit? a sentarme a la misma mesa en la que se reuni? hace a?os con Villarejo. Me dijo que ahora su vida estaba llena de batallas legales. Hab?a testificado en uno de los casos de Villarejo y ten?a su propia demanda contra Juan Carlos, quien, seg?n ella, hab?a enviado a otros funcionarios de inteligencia a acosarla. El exjefe de la agencia de inteligencia, F?lix Sanz-Rold?n, la amenaz? una vez de muerte a ella y a sus hijos, dijo. (Sanz-Rold?n me dijo que no quer?a hablar de ello, pero declar? ante un tribunal que no los hab?a amenazado. El abogado personal de Juan Carlos, Javier S?nchez-Junco, me dijo de la exnovia de su cliente que “el 99 por ciento de lo que dice es falso”. Se?al? que Juan Carlos hab?a resuelto sus problemas fiscales con el gobierno espa?ol pagando impuestos atrasados y que todas las investigaciones contra ?l all? se hab?an archivado).

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El rey Juan Carlos I y una examante, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, en una ceremonia de premiaci?n en Barcelona en 2006. Credit…Tom Mealsa/Schroewig, v?a Associated Press

Por ?ltimo, le pregunt? si recordaba algo sobre la ca?da del pelo del rey. Lo recordaba. Juan Carlos, dijo, fue el primero en sospechar que alguien estaba manipulando su medicaci?n despu?s de que la pareja notara que la cara del rey empezaba a hincharse. Zu Sayn-Wittgenstein dijo que finalmente trajo a un m?dico de Francia para que examinara a Juan Carlos. El m?dico tambi?n revis? su pastillero y encontr? p?ldoras sospechosas. La pareja sospechaba que la agencia de inteligencia espa?ola estaba detr?s del complot, pero no ten?an pruebas que lo demostraran.

Le pregunt? c?mo se sent?a por haber sido enga?ada por Villarejo. Dijo que era una traici?n y que le parec?a extra?o que tantos en el pa?s hubieran trabajado con el mismo esp?a corrupto. “Villarejo demuestra que est?n anclados en el modus operandi de Franco”, dijo. “Sigue siendo un mundo turbio en el que nada es lo que parece. Es una locura que esto pueda ocurrir en Europa en el siglo XXI”.

En una de mis ?ltimas reuniones con Villarejo en Madrid, le pregunt? c?mo estaba. Hab?a pasado tres a?os y cuatro meses en prisi?n preventiva antes de ser puesto en libertad en la primavera de 2021. El veredicto que esperaba del juicio del pasado septiembre, que supon?a que no ser?a a su favor, era por cargos de cohecho, tr?fico de influencias y revelaci?n de secretos no estatales. Podr?a pasar hasta 20 a?os tras las rejas. Villarejo hab?a ganado algunas batallas legales, incluido un caso de difamaci?n que fue a juicio en 2021, y los fiscales han abandonado otra decena de investigaciones. Pero quedan m?s de 30 investigaciones sobre acusaciones adicionales de soborno y tr?fico de influencias, as? como malversaci?n de fondos p?blicos, falsificaci?n de documentos, conspiraci?n criminal y amenaza a un dermat?logo con un cuchillo en nombre de uno de sus clientes. Villarejo podr?a pasar el resto de su vida defendi?ndose. Por el momento, dijo, pasaba la mayor parte de sus d?as en casa, meditando y escuchando a Monteverdi y Boccherini.

Intent? imaginarme a Villarejo meditando en una c?rcel espa?ola, al final de un largo proceso. Intent? imaginar a los investigadores congratul?ndose por haberlo llevado ante la justicia. Pero no pude ver un sistema que hubiera cambiado mucho. Solo hab?a un anciano –un narrador poco confiable en el mejor de los casos– que me contaba su historia por ?ltima vez, en un ?ltimo intento de utilizar sus secretos para cambiar a su favor el curso de los acontecimientos.

Volv? a pensar en los a?os de filtraciones de audio que resultaron de la redada policial de hace tiempo. El intento de derribar a Villarejo, lejos de drenar la cloaca, simplemente hab?a provocado su desbordamiento. Ahora todo el mundo pod?a oler lo que hab?a all? abajo. Mir? a Villarejo y volv? a preguntarle: ?Hab?a filtrado las cintas? Me dijo que tendr?a que estar loco para filtrarlas. Pero esta vez no parec?a tan convencido. Hab?a sido un largo d?a juntos.

Villarejo mir? mis grabadoras: usaba dos por si una se paraba. Me habl? de ocasiones en las que su grabadora hab?a fallado y ?l hab?a perdido “conversaciones irrepetibles con gente irrepetible”. Ten?a grabaciones del presidente del Gobierno espa?ol, dijo. De la entrega de un atunero espa?ol capturado por piratas somal?es. De… se call?. Yo ya lo hab?a o?do antes. Me dijo que esperaba que alg?n d?a alguien pudiera escuchar su archivo completo, no solo los fragmentos filtrados.

“Era m?s grande que yo”, dijo. “Conoc? a tanta gente. Es mi historia, mi vida. Es la historia de este pa?s”.

Christopher Anderson es autor de ocho libros fotogr?ficos, entre ellos Odyssey, que se publicar? en noviembre.

 

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